Por Alfredo Guzmán
- ¿Benita Galeana Lacunza; recipiendaria?
Testigo mudo de un reconocimiento a una camarada, que como muchos y muchas lucharon por abrir los espacios de participación cívica y por promover en México una sociedad más igualitaria, democrática, participativa, ayer fui como periodista al evento donde se entregó post mortem la presea “Sentimientos de la Nación”, a Benita Galeana Lacunza que otorga el Congreso de Guerrero, a quienes cumplen requisitos de honorabilidad, ética y promoción de la democracia, entre otros elementos.
Ya en otra ocasión fui testigo de la entrega de la misma presea al maestro y promotor de una condición de país más tolerante con quienes piensan diferente; Othón Salazar Ramírez.
Dicen que a caballo regalado no se le mira diente.
Un reconocimiento que establece que o los tiempos están cambiado y no tengo forma de reconocerlos, como tal. O me perdí en el limbo de las siglas y de las interpretaciones sociales y partidarias.
Ser recipiendario es ser recibido en una sociedad que en otro momento, no le reconoció y ahora lo recibe con honores, considerando que es ejemplo a seguir por sus altos valores cívicos.
Recipiendario: Persona recibida solemnemente en una corporación, para ser miembro de ella.
El hecho que la LXIII Legislatura guerrerense, haga valoraciones de ciudadanos mexicanos o del mundo, que aportaron en sus países o en el nuestro, con su lucha y acciones un plus a las sociedades que los vieron vivir o en su caso, por ellas morir. Tiene un alto valor moral.
Quienes honran, se honran.
La comunista acusada de comerse niños, no tener patria, pues luchaba contra ella y contra un sistema social opresivo. No reconocía que los gobiernos emanados de la revolución, eran abiertos, no represivos, no desaparecían, ni encarcelaba ni mataba a quienes lo criticaban.
Tiempos de las mujeres, que a diario mueren entre 11 y 12, que no son atendidas en los MPs, por personal que entienda su reacción a la violencia que ejercen contra ellos, quienes dicen quererlas y hasta las matan.
Recientemente una ex camarada del Partido Comunista Mexicano (PCM), único partido en donde he militado, me invitó a escribir mis memorias como parte de una organización hoy extinta, donde plasmara mis experiencias.
Estuve a punto de hacerlo, pero comenté inocentemente que antes habría que establecer una autocrítica a aquella circunstancia, porque ahora lo que hacen muchos que se dicen de izquierda, es de pena ajena.
La autocrítica es un ejercicio que busco hacer siempre, aunque muchas veces no lo logro, como quisiera.
Por ejemplo, no me refiero a la “izquierda mexicana”, que no la veo, desde mi punto de vista. O al menos no me reconozco.
Mucho menos a la Latinoamericana, de la que me avergüenzo, como la de Nicaragua, Venezuela, Cuba, Guatemala, entre otras. Por eso en muchos casos, hasta expuse mi vida.
En cambio, invitaba a abrir un foro de discusión sobre lo que ahora hay y hubo a quien le molestó.
Hoy opto por vivir y hacer lo que a mi juicio, es correcto, no soy moneda de oro y será la historia quien juzgue a los comunistas de ayer.
Enhorabuena.