![](https://periodismodigital.mx/wp-content/uploads/2023/11/WhatsApp-Image-2023-11-14-at-7.52.15-PM-1024x768.jpeg)
por Julio Ayala Carlos
- La reconstrucción de Acapulco…
RECONSTRUIR ACAPULCO, POR LOS DESTROZOS DE OTIS, no sólo será difícil, sino además, complicado y con más tiempo de lo previsto. Los 61 mil 300 millones de pesos, anunciados por el presidente López Obrador, no sólo son insuficientes para el estado en que se encuentra el Puerto, sino también engañosos, pues algunos recursos de los que ahí se suman, son préstamos o adelanto de pensiones; en otros casos, son moratoria de impuestos, y en otros más becas para estudiantes y apoyos para los llamados ninis.
Hay que decirlo. Lo único tangible para los acapulqueños son las despensas que recibirán durante tres meses, los 8 mil pesos que les entregarán aquellos que tuvieron daños menores, para limpiar y a pintar sus casas, o los 35 mil a 60 mil pesos para aquellos que resultaron con daños graves, a quienes también se les entregarán colchones y aparatos domésticos. De ahí “pal´real” no recibirán otra cosa concreta, pues si bien se han anunciado recursos para comerciantes cuyos locales resultaron dañados por 45 mil pesos, y créditos a la palabra por 20 mil pesos, éstos tendrán que pagarse.
En cuanto a los hoteles, cuya mayoría resultaron dañados de menor a mayor grado, el gobierno federal apoyará a sus propietarios con la mitad de los intereses de los préstamos que consigan para reparar y rehabilitar los inmuebles, de tal forma que, cono lo reconocen los empresarios, no es una gran ayuda como para agradecerle al presidente de la República, si se toma en cuenta que los destrozos de Otis se calculan en miles de millones de dólares.
Otis, ciertamente, destrozó Acapulco, de tal forma que aseguradoras internacionales calculan que la reconstrucción del Puerto costará entre 15 y 25 mil millones de dólares, de tal forma que la suma anunciada por el presidente López Obrador es mínima ante la magnitud del problema.
Reconstruir Acapulco es mucho más que pegar ventanas, poner colchones, anaqueles y dotar de sillas a los hoteles. Es mucho más que acondicionar las habitaciones. Reconstruirlo es mucho más que retirar los escombros y la basura, o pintar las paredes. Es más que dotarlos de energía eléctrica y restablecer el servicio de agua potable. Creerlo así es una visión primitiva, cuadrillera y miope.
Reconstruirlo, tampoco es darle despensas a la población, colchones y aparatos electrodomésticos. Tampoco es limpiar y pintar sus casas como algunos suponen, o que haya en las colonias populares miles de efectivos del Ejército, de la Marina y de la Guardia Nacional como señalan otros.
Reconstruir Acapulco es más que eso. Si bien representa una oportunidad para hacer negocios, es también la oportunidad “de generar dinámicas más incluyentes y de justicia social”.
Lo dice bien Rogelio López Gómez, candidato a doctor en Urbanismo por la UNAM, y maestro en Geografía, al responder a Leo Zuckerman, sobre si vale la pena reconstruir Acapulco. “Si reconstruir el puerto de Acapulco después del paso del huracán Otis significa dejar las cosas como estaban el 24 de octubre, la respuesta es no, pues esta reconstrucción penderá nuevamente de alfileres al fundamentarse en un estado vulnerable latente”.
Y es que antes del huracán, Acapulco se caracterizaba “por ser una ciudad de contrastes. Por un lado, en los hoteles de gran turismo se vive el sueño de unas vacaciones ideales, se trata de lugares cerrados, en los que la única interacción con el mundo exterior es con el servicio del hotel. Del otro lado, en el Acapulco popular, donde viven los trabajadores, sus familias y otros sectores de la sociedad, la experiencia se torna pesadilla”.
“Lo anterior, producto de la violencia, inseguridad, los problemas de la dotación de servicios: agua potable, drenaje, electricidad, internet, limpia, etcétera, que aquejan a la población. De hecho, en múltiples ocasiones el puerto ha sido catalogado como una de las ciudades más peligrosas del mundo, ya que en él se asientan distintos grupos criminales…”.
Por supuesto, estos problemas no son nuevos. Al contrario, llevan muchos años desarrollándose, profundizándose, todo ello al amparo del poder político y económico que hacen posible la convivencia de estos sectores.
En consecuencia, reconstruir Acapulco, es, si vale el término, reinventarlo. Hacerlo más justo y equitativo, para que la riqueza de unos, los de la franja turística, la compartan quienes son la servidumbre. Es decir, acortar la brecha entre los dos Acapulco: el de la opulencia, y el de la pobreza.
En fin. La reconstrucción del Puerto es mucho más que rehabilitar la infraestructura turística y dotar a sus trabajadores, prestadores de servicios les llaman, y a la población en general que perdieron todo, de colchones y refrigeradores. Es, en suma, hacerle justicia a los acapulqueños, hacerlos partícipe de los beneficios del turismo, y de que otra vez, Acapulco vuelva a ser de ellos.
Comentarios: ayala.jc30@gmail.