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El Maestro fieroso caló hondo en un discurso en tribuna: “Yo no quiero transacciones. Yo soy hijo de las Montañas del Sur y desciendo de aquellos hombres de hierro que han preferido siempre comer raíces y vivir entre las fieras, a inclinar su frente ante los tiranos y a dar un abrazo a los traidores” .
Por: Jesús Pastenes Hernández
Fue tres veces Diputado al Congreso Federal. Nunca fue Altamirano un Diputado levanta dedos, representante del silencio, cómplice de bandidos y saqueadores del pueblo y mucho menos un mercenario que a cambio de depósitos económicos en lo oculto, subastará los intereses nacionales.
Su nombre en el tiempo y la distancia, es símbolo del orador de fuego, no para adular a las autoridades, ni a los hombres acaudalados y mucho menos, para dar rienda suelta a inclinaciones narcisistas para venderse como un hombre culto; sino antes, al contrario, fue Altamirano, verbo intrépido, comprometido con los más elevados valores de libertad y democracia, para hacer de nuestra Patria, el ancho solar mexicano, donde la dignidad tiene su cetro.
“Yo no quiero transacciones. Yo soy hijo de las Montañas del Sur y desciendo de aquellos hombres de hierro que han preferido siempre comer raíces y vivir entre las fieras, a inclinar su frente ante los tiranos y a dar un abrazo a los traidores” .
Fue y es Altamirano un hombre polifacético: poeta, periodista, cuentista, novelista, maestro, soldado de la patria, político, legislador, reformista intransigente. Fue el primer liberal social de México, Procurador General de Justicia, Ministro de la Suprema Corte de Justicia (de la que fue su digno Presidente); Maestro de las Ideas y de la Vida, Diplomático, en España y en Francia, en el ocaso de su vida.