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Por César González Guerrero.
Después del año 1954 me enteré que en el pueblo de Copala, mi tierra, hoy cabecera municipal del mismo nombre, solo existían 2 calles: la Principal (hoy Miguel Hidalgo y el Arroyo (hoy Progreso); y los históricos barrios: La Loma, El Centro y el Huicon. Por supuesto su población total no llegaba a los dos mil habitantes.
La mayoría se identificaba por familia, de tal manera que solo bastaba con mencionar el apellido y el barrio para ubicar a cualquier persona. Desde luego no existían desconocidos como en la actualidad se puede observar, que en ocasiones hay vecinos que son extraños y oriundos de otros lugares.
Así, en aquella época y en la actualidad, una de las necesidades apremiantes fue el agua.
Para quienes careciamos de un medio de transporte como carreta, burro o caballo, se dificultaba ir por ese vital liquido hasta el río de Copala, y se tenía que buscar algún manantial cercano para cubrir lo elemental en el hogar como el aseo personal, lavado de la ropa de vestir y de uso comun. El agua para consumo humano fue otro peregrinar.
Fue así como posiblemente alguna autoridad de ese tiempo (1940-1950), logró concertar con la distinguida Familia Chopin, que vivían en la famosa calle del Arroyo, la construcción de un pozo de aproximadamente 10 metros de profundidad y 2 de diámetro, con tabique, para surtir de agua a la población.
Gracias a esa noria, también llamado Contrapozo, fue que se logró abastecer a las familias de los Barrios de La Loma, el Centro y el Huicon de manera gratuita. Solo bastaba llevar su cubeta o cántaro y su respectiva “riata” para “sacar” el agua a “pulso”.
Hubo mujeres y niños que sufrieron diariamente estas experiencias cargando a la cabeza y al hombro hasta 2 o 3 viajes, caminando hasta más de 200 metros de distancia.
Esta histórica obra (pozo o contrapozo) sin duda merece mínimo una placa conmemorativa, ya que fue una de las primeras obras de gran utilidad a las familias de los años cuarentas. Claro está que también sería un reconocimiento a las autoridades que promovieron su construcción, así como a la Familia Chopin que autorizó se hiciera en su propiedad y en beneficio del pueblo de Copala.
Recuerdo y tal vez varios de mi generación, como todos los días, desde las 6 de la mañana hacíamos “cola” (fila) para alcanzar este preciado líquido.
Aunque actualmente ya se han construido viviendas, bien valdría la pena solicitar permiso para colocar la placa de referencia como parte de la historia de nuestro pasado.
Como quizá en todos los pueblos de Guerrero y México, estas modestas obras públicas nos deben motivar para no olvidar y reconocer el esfuerzo que nuestros antepasados hicieron para beneficio del pueblo.
Que el Contrapozo del Arroyo de Copala sea el símbolo del rescate de los valores y principios que lamentablemente se están perdiendo. Ya veremos.