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Llegué a los 84 años. Gracias a Jehová estoy sano, activo, con proyectos y muy feliz. No estoy amarrado al pasado pero vivo intensamente mis recuerdos y tengo acciones y costumbres que aprendí de niño y sigo haciéndolas y viviéndolas. Me baño con jícara. Solamente en largas distancias utilizo vehículo. Camino mucho a pesar de que mi pierna derecha se hizo más corta. Me gusta la luz de los candiles. Tengo candiles. Cuando los prendo, allá en mi pueblo, las estrellas y las luciérnagas -en su tiempo- se ven maravillosas. Me gustan los guajes, los quelites, la leche con calabaza -en su tiempo- y las piñuelas. Vivo como entes sin apartarme del hoy. Me acuesto temprano. Me levanto temprano. He dicho que me acuesto de 84, con sueño, cansado, lento. Me levanto de 25. Hago ejercicio, camino. Voy a mi trabajo. Atiendo mi librería, escribo y leo. Tengo el propósito de publicar el próximo año y no abandonar el cartel Así somos… que existe desde 1991 y que cada mes describe una comunidad de Guerrero. Es resultado del intenso trabajo de un equipo ejemplar.
Nací en 1938. Me registraron hasta 1941. Mi primera niñez transcurrió sin carros, sin electricidad, con radio de baterías, con aire puro, con ríos y barrancas limpias, con mucha fauna y flora y con enormes casas con corredores, patio y traspatio. Todo giraba en torno de papá y mamá. Ellos eran el centro de nuestras vidas. Inolvidables mis maestros de primaria. Nos disciplinaban. Nos ponían el ejemplo con su conducta. Teníamos vocabulario limpio. Nos inculcaron la honradez, la honestidad, la verdad, la humildad. No había comida chatarra. No conocíamos la coca cola, ni la Pepsi. Había refrescos de elaboración local a los que llamábamos limonadas. Las distribuían en burros. Las calles, empedradas o de tierra, eran nuestros campos de juegos. Nuestras golosinas eran los ponteduros, la pepitorias, las alegrías y -de lujo- los dulces de anís. Se organizaban días de campo familiares y en los cerros volábamos papalotes. Las pozas del río Ajolotero fueron mi paraíso en mis primeros años. Había paz y armonía en los hogares y en la ciudad. No había crímenes, ni parejas sin matrimonio. Todos los niños teníamos papá y mamá juntos.
De vez en cuando llegaba el cine ambulante del “Mejoral”. En la plaza instalaban la pantalla y con una plantita de electricidad exhibían gratuitamente películas, del gordo y el flaco y de Charles Chaplin.
En las noches, durante la cena, los papás desgranaban sus recuerdos y por ellos conocíamos la historia familiar.
Para dormirnos, mi papá nos contaba cuentos.
Ahora todo es distinto. Hay muchos cambios a nuestro alrededor pero, sobre todo, hombres y mujeres han cambiado sus mentes.
Ante esto, yo y muchos de los de antes, seguimos viviendo con nuestras convicciones, con nuestros principios y valores.
¿Tengo éxito? Si el éxito es dinero y poder, soy un fracaso. Tengo techo, tengo alimentos, tengo salud, tengo esposa extraordinaria e hijos admirables. Además, tengo paz y armonía. Si. Soy exitoso.
Hace un tiempo alguien me preguntó. Si tuvieran a Dios frente a ustedes ¿qué le pedirían?
Yo pensé: Dios, Jehová, siempre ha estado frente a mí. Mi esposa y yo no le pedimos. Juntos, todos los días, le damos gracias.