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Por Carlos Díaz Figueroa
En opiniones encontradas después y referente a la tragedia que provocó el Huracán Otis en el puerto Acapulco, expertos en reparaciones en catástrofes consideran que la reconstrucción no requiere de simples “parches”
Al interior de la 4T replican qué más allá de reconstruccion debe haber regeneración, al referirse que las zonas devastadas “no necesita de parches, banditas y cinta adhesiva”, sino de una reparación integral.
La planificación de las ciudades ante un desastre debe ir más allá de la curita de la recuperación a corto plazo, es decir, el desastre ofrece una oportunidad única para redefinir nuestras ciudades.
Asimismo, reafirmar los valores del cuidado del medio ambiente y la justicia social, de la construcción comunitaria, especialmente, de ayudar a los pobres con programas de calidad, viviendas asequibles y sostenibles.
Por eso, coinciden que parte de la crisis de inseguridad que ha asolado a Acapulco en los últimos años se detonó con una mala gestión de reconstrucción del puerto turístico después también del huracán Paulina de 1997.
De igual forma, se repitió con el ciclón Manuel en septiembre de 2013, y que no debería replicarse con las medidas de reactivación que se vayan a instrumentar después del paso devastador del Huracán Otis.
Por ello el puerto de Acapulco necesita de una regeneración integral (económica, financiera, medioambiental, social, cultural, institucional y cívica), que por el momento no se ve en el horizonte ante esta lamentable tragedia.
La disyuntiva que Otis deja en Acapulco tiene que detonar el desarrollo sostenible agrícola, comercial, manufacturero, cultural y de recuperación medioambiental de una tercera parte de la población del estado de Guerrero.
Por tal razón, se requiere de reordenar el uso del suelo en la bahía y proteger en forma las salidas al mar de los ríos Papagayo y La Sabana, así como sanear las lagunas de Coyuca, Tres Palos y federalizar CAPAMA.
Deteniendo el urbanismo depredador de playas y bahías, con la participación ciudadana directa, que es la mejor vigilante y garante de que la regeneración se haga con sentido social, democrático y humanista.
De lo contrario, después del desastre natural vendrá el ciclón de la degradación y la descomposición social. Acapulco no merece una extinción tan triste como la que presenció la madrugada del 25 de octubre